En las alas del sue?o
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Toda la familia se reuni'o en el sal'on. Marisol relat'o a su hermano sobre las amenazas de su primo segundo. Roberto se puso furioso.
–!Que canalla!– exclam'o, cogiendo su espada, !a'un no sabe con qui'en est'a tratando estos asuntos!. Vale la pena desafiarlo.
Marisol y Do~na Encarnaci'on le estaban mirando sin decir ni una palabra.
Al cabo de un rato el muchacho se calm'o.
– No, creo que no es la mejor soluci'on, – empez'o a razonar, andando por el sal'on de aqu'i para all'a, en su pesada armada de caballero que todav'ia no se hab'ia quitado – no se sabe si lo podr'e matar, y si se quedar'a vivo, quiz'as ser'ia peor. Entonces, es cierto que va a lograr vengarse.
– Y ?qu'e hacemos? – le pregunt'o Marisol, desesperada. .
En aquel momento la muchacha vio a su sirviente Silvia en la puerta del sal'on, haci'endoles se~nales con la mano. Marisol sali'o para hablar con ella.
– ?Qu'e quieres, Silvia? – la pregunt'o la muchacha.
– Se~norita Mar'ia Soledad, necesito comunicarle algo importante sobre su pariente. Por casualidad o'i la conversaci'on de ustedes. Espero que lo que le diga, les sirva de algo.
Marisol invit'o a la sirviente al sal'on. Al principio Silvia se sent'ia inc'omoda, pero luego entr'o e hizo una reverencia.
–Mam'a, Roberto, Silvia quiere decirnos algo importante sobre J'ose Mar'ia, – dijo Marisol.
– Habla Silvia, no temas, – dijo Do~na Encarnaci'on.
La sirviente se envalent'o y empez'o a hablar.
– Hace unos d'ias, cuando no hab'ia nadie en la casa, vino el se~nor Lopez, preguntando por la se~norita Marisol. Le dije que no estaba, que todos se hab'ian ido, entonces … – la chica se qued'o callada.
– Continua, Silvia, te estamos escuchando – pronunci'o Roberto muy serio.
– El se~nor Lopez se me acerc'o y se puso a tentarme, – continuaba Silvia con pudor – luego me llev'o a una habitaci'on y me dijo que si le obedec'ia y le pudiera complacer, me recompensar'ia.
Se call'o. Todos esperaban a que siguiera su relato, muy atentos.
– Pues, ?que sucedi'o luego? – le pregunt'o Roberto con impaciencia.
– En aquel preciso momento alguien entr'o por la puerta – fue su vecina, Do~na Dolores. Entonces me dijo con voz baja: “Ya volveremos a nuestra conversaci'on”, y se fue de la casa.
Silvia tom'o aliento. Por un rato todos se quedaron callados.
– !Vaya canalla! – exclam'o Roberto – bueno, !ahora, por lo menos, yo s'e lo que debo hacer!
– Silvia, puedes irte, haz tus cosas, – le dijo a la sirviente Do~na Encarnaci'on.
– Con su permiso – le contest'o la chica, hizo una reverencia y sali'o del sal'on cerrando la puerta detr'as de s'i misma.
Roberto se levant'o de su sitio y volvi'o a andar por la habitaci'on.
– Jos'e Mar'ia tambi'en es uno de los caballeros de Su Majestad, – se puso a razonar el muchacho – voy a informar al regente que cortejaba a mi hermana y a su criada a la vez. Ser'a suficiente para juzgarlo y enviarlo a la prisi'on, o exiliar del pa'is, quiz'as a las colonias – a~nadi'o.
– Pero no me intentaba seducir, como lo hizo con Silvia, simplemente me amenazaba, – replic'o Marisol.
– No importa, hermana – dijo Roberto – Bien, as'i lo suprimimos, no importa de qu'e manera, bien, puede enviar a todos nosotros al fuego de la inquisici'on, y ni siquiera el mismo rey nos ayudar'ia, ya que los legados del Papa no le someten. Ahora mismo salgo para Toledo. ?Cu'ando debe aparecer este tipo en la casa?
– Dentro de dos d'ias – contest'o Marisol con voz baja.
– Perfecto – dijo Roberto. Ya me estoy yendo. Ma~nana por la tarde llegar'e llevando conmigo otros caballeros. Ya le derrocaremos.
Sali'o del sal'on. Do~na Encarnaci'on mand'o a los sirvientes que dieran de comer a su hijo.
Despu'es del desayuno le gan'o el sue~no ya que hab'ia estado en vela toda la noche. Sin embargo al cabo de dos horas ya estaba de pie, se despidi'o de todos, mont'o a su caballo y se puso a correr a todo correr hacia Toledo.
Al cabo de dos d'ias Marisol y Do~na Encarnaci'on en el sal'on de su casa estaban esperando la visita de Jos'e Mar'ia. En la habitaci'on de al lado estaban escondidos Roberto con otros caballeros que hab'ian venido de Toledo.
Cerca de las diez de la ma~nana su dichoso primo segundo apareci'o, vestido con traje azul, de calcetas oscuras, con su espalda a la talla. Al dejar su caballo cerca de la entrada, entr'o la casa y se dirigi'o directamente al sal'on donde lo esperaban Marisol y Do~na Encarnaci'on sentadas en los sillones grandes de color gris a ambos lados de la chimenea. Hizo reverencia, para observar las conveniencias, y acerc'andose a Marisol, le pregunt'o sin rodeos:
– ?Has pensado en lo que te dije hace tres d'ias?
La muchacha asinti'o con un movimiento de la cabeza.
– No me casar'e contigo, Jos'e Mar'ia – le contesto Marisol con voz de hielo. – No te amo.
– Pues, perfecto – pronunci'o Jos'e Mar'ia con soberbia – no quieres que sea por las buenas, que sea por las malas.
Se acerc'o a la muchacha y le cogi'o del brazo con rudeza.
– Bien, te vas conmigo, bien, ahora mismo escribo una denuncia a la inquisici'on.
La intent'o arrastrar detr'as de si. La muchacha se puso a gritar. Do~na Encarnaci'on se lanz'o en su ayuda.
En este preciso momento abri'o la puerta, y Roberto con otros caballeros que estaban esperando en la habitaci'on adyacente, entraron corriendo al sal'on, se acercaron al malhechor, y, con la rapidez de un rayo, lo capturaron y lo ataron. Este ni siquiera pudo defenderse o pronunciar una palabra.
Roberto con ayuda de dos compa~neros suyos, llev'o a su pariente a la calle, los dem'as trajeron caballos de la cuadra que estaba detr'as de la casa. El desafortunado Jos'e Mar'ia fue enarbolado a su caballo y este convoy formado por los caballeros de Su Majestad, estando a la cabeza Roberto, fue mandado directamente a Toledo, al Tribunal de la corte.