En las alas del sue?o
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– Por el momento, s'i – le contesto el cura, desconsolado – quiz'as un d'ia nuestros descendientes sean m'as libres y felices.
Marisol se despidi'o del padre Alejandro y sali'o de la iglesia; no sab'ia a'un que nunca le volver'ia a ver, y al d'ia siguiente toda la familia abandon'o su finca en Andaluc'ia para partir a Madrid.
Cap'itulo 13
En Madrid, de toda la familia, s'olo Marisol y Do~na Encarnaci'on se quedaron en su gran casa. Isabel volvi'o al monasterio de carmelitas en Le'on para continuar sus estudios. Roberto y Jorge Miguel estaban en la corte, por su servicio. Los dos hermanos sol'ian venir a la casa los fines de semana, y para Do~na Encarnaci'on y Marisol cada una de sus llegadas se convert'ia en una verdadera fiesta.
Marisol decidi'o continuar sus ensayos con el coro en la Catedral de San Pablo. En realidad estas actividades eran su 'unica diversi'on. Despu'es del incidente con la familia Rodr'iguez todos los contactos con ellos cesaron. Tras recuperarse de su herida, Enrique se cas'o con su novia y se traslad'o a Valladolid llevando consigo a todos sus familiares, as'i que Marisol s'olo ten'ia comunicaciones con algunas muchachas del coro, pero estas no pertenec'ian a su c'irculo y no estaban admitidas en la alta sociedad.
Entre tanto, pasaron tres semanas. La vida al parecer, empezaba a volver a su curso habitual, cuando de s'ubito un nuevo disgusto cay'o sobre sus cabezas. Durante el verano, todos casi se olvidaron de Jos'e Mar'ia y sus pretensiones hacia Marisol. Ahora bien, de repente este volvi'o a aparecer en su casa, haciendo acordarse a la muchacha de su supuesta promesa de casarse con 'el.
Tanto Marisol como Do~na Encarnaci'on no estaban precisamente encantadas por su regreso. La muchacha le coment'o que no estaba dispuesta a casarse con nadie y que pensaba retirarse al monasterio. Do~na Encarnaci'on tambi'en decidi'o hablar muy en serio con su pariente lejano, explic'andole que su hija se hab'ia quedado confundida y que aquel hecho en el baile s'olo hab'ia sido una equivocaci'on. En fin, le pidi'o que dejara en paz a su hija y su familia.
Sin embargo Jos'e Mar'ia no era de esas personas que renuncian as'i como as'i a sus fines, por lo que decidi'o conseguir el suyo a cualquier precio. Se puso a acechar a la muchacha y se enter'o de que unas pocas veces a la semana frecuentaba la Catedral de San Pablo por los ensayos del coro y a veces cantaba en oficios con otros cantantes; incluso la observaba y la vio salir de la catedral varias veces y subir a su coche.
Al fin un d'ia, se atrevi'o a acercarse y a hablar con ella, cuando la muchacha estaba dirigi'endose a su coche para irse a casa.
Al ver a su dichoso primo segundo, parado contra el muro gris de la catedral, Marisol sinti'o un inc'omodo fr'io corriendo por su espalda y presinti'o algo siniestro. Este hombre le parec'ia muy antip'atico, incluso le daba repugnancia, as'i que volvi'o a arrepentirse de lo que hab'ia pasado en el baile hac'ia unos meses.
– ?Qu'e quieres, Jos'e Mar'ia? – le pregunt'o con fr'io en la voz – ?para qu'e me persigues?
– Quiero que seas mi esposa.
– Ya te coment'e que no pienso casarme. Olv'idate de aquel suceso en el baile; fue una equivocaci'on. En realidad no te promet'i nada. Era una broma.
– Te casar'as conmigo bien por las buenas o por las malas. Si no, har'e una denuncia a la Inquisici'on, les contar'e que tu familia son herejes que no respetan La Escritura Sagrada y censura a Dios.
La muchacha sinti'o como si todo se le encogiera por sus adentros del terror. Este hombre, en efecto, pod'ia realizar su amenaza y de esa manera echar a perder a toda su familia. Ya se conoc'ian tales casos. Nadie va a comprobar la veracidad de su denuncia al Tribunal del Papa. La muchacha sab'ia que aquella m'aquina diab'olica ya hab'ia matado a miles de personas inocentes. Se qued'o plantada y sin fuerzas para oponerle algo.
Era obvio que el malhechor se alegraba por haberla asustado.
– Te doy tres d'ias para reflexionar – le dijo entre los dientes; mont'o de un salto a su caballo y se alej'o al galope.
Marisol no se acordaba de como volvi'o a casa. Do~na Encarnaci'on no estaba ya que se fue a visitar a su madre, abuela de Marisol, que ten'ia dolor de las piernas.
Silvia, su nueva sirviente, a'un una chica muy joven, al verla asustada y deprimida, le pregunt'o a la se~norita qu'e le hab'ia sucedido.
– Quiero quedarme sola – le contest'o Marisol. – Cuando mi madre vuelva a casa, que venga junto a mi.
Al quedarse a solas, Marisol comprendi'o todo el horror de su estado. ?Cu'al de los dos males deb'ia escoger ? ? casarse con aquel hombre tan odioso y as'i sacrificarse, arruinar su vida, pero salvar a su familia, o someter a todos los familiares a terribles torturas de la Inquisici'on y acabar siendo quemados vivos en el fuego?
La muchacha estaba tan deprimida que ni siquiera pod'ia llorar, y as'i se qued'o sentada encogi'endose en un ovillo durante casi una hora; de esta forma la encontr'o Do~na Encarnaci'on. La mujer se preocup'o de veras, al ver a su hija en tal estado.
– ?Quien te asust'o hasta tal punto? – le pregunt'o a la muchacha su madre, muy alarmada.
Marisol le relat'o sobre su encuentro con Jos'e Mar'ia, de sus pretensiones y amenazas.
Do~na Encarnaci'on se inquiet'o mucho, sab'ia que aquel hombre ten'ia una alma oscura y era capaz de lo peor para conseguir lo que deseaba. La mujer abraz'o a su hija.
– Pobre ni~na m'ia – le dijo con voz baja. – Apenas nos apartamos de una desgracia cuando ya lleg'o otra.
As'i, calladas, se quedaron las dos unos minutos. El sol de oto~no penetraba en la habitaci'on a trav'es de las cortinas transparentes, iluminando sus caras p'alidas.
– !Roberto! – de s'ubito, exclam'o Do~na Encarnaci'on – ser'a mi hijo mayor quien nos ayudar'a!, 'el goza de la confianza del mism'isimo regente, !as'i que encontraremos un modo para parar a este malhechor!
Inmediatamente la mujer sali'o de la habitaci'on para escribir un mensaje a su hijo, y mand'o a Mariano ir enseguida a Toledo. Este, en un momento estuvo listo y se march'o.
Al d'ia siguiente por la ma~nana Roberto ya estaba en Madrid, en la casa de su madre. En Toledo coment'o que hab'ia sucedido algo a sus familiares, y el regente le dej'o marcharse.