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En las alas del sue?o
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Se volvi'o hacia el administrador, Don Jos'e, que manten'ia sus ojos puestos en las chicas, recordando y respetando las indicaciones de Do~na Mar'ia Isabel.

– Mira, este es Don Jos'e !que est'a cuidando de nosotras, por si nos sucediera algo!

Todos los presentes se echaron a re'ir; entre tanto, el caballero joven no apartaba sus ojos de Marisol.

– ?Qu'e le parece todo por aqu'i, en C'ordoba, le gusta? – le pregunt'o.

La chica se confundi'o y agach'o la vista.

– S'i, me parece hermoso todo lo que he visto por aqu'i, sin embargo hoy acabamos de llegar y a'un no hemos visto muchas cosas.

– Bueno, ?qu'e pasa? – dijo Enrique, – con su permiso, les ense~nar'e C'ordoba, todos los lugares de inter'es que hay en la ciudad y sus alrededores, cuando tenga un d'ia de descanso.

– Marisol, ?podemos invitar a Enrique a visitar su finca? – pregunt'o Elena con 'animo.

– Creo que s'i, – contest'o la chica, pero hay que advertir a la abuela.

– Dentro de cinco d'ias tengo un d'ia de descanso, ?podr'iamos vernos?,– le pregunt'o Enrique a Marisol.

– Voy a decir a la abuela que usted es hermano de Elena y quiere visitarnos, !creo que dar'a su permiso! – contest'o ella.

– Bueno, !as'i quedamos! – el muchacho se alivi'o. Era obvio que le gustara la amiga de Elena y quer'ia volver a verla.

Entre tanto, Don Jos'e les hac'ia signos de que ya era tiempo para volver a casa, as'i que las chicas subieron al coche.

– 

?Puedo acompa~narles hasta la puerta de la ciudad? – pregunt'o Enrique montando a su caballo de un salto.

El coche se puso en marcha y se dirigi'o hacia la salida de la ciudad; acompa~nada por el hermano de Elena, las chicas soltaban risillas, mir'andose una a otra con aspecto enigm'atico, p'icaro y simp'atico, mientras estaban yendo junto a 'el, y ya cerca de la puerta Enrique se despidi'o prometiendo visitar la finca de Marisol al cabo de unos d'ias.

– Bueno, ?qu'e te pareci'o mi hermano? – sopl'o Elena a Marisol al o'ido con un aspecto conspirativo, ?te acuerdas c'omo te miraba?, !parece que ha puesto los ojos en ti!

– Tu hermano es muy simp'atico y galante, produce una buena impresi'on, – contest'o Marisol de una forma evasiva, – a'un no s'e, ya veremos.

Sin embargo, era obvio que el encuentro con el hermano de Elena no la hab'ia dejado indiferente.

Al volver a casa, las chicas pidieron que les dejaran dormir juntas en el dormitorio de Marisol, pero antes de dormirse, las dos estuvieron susurrando y ri'endose hasta la medianoche, acord'andose de los eventos del d'ia que ya hab'ia pasado. La vida les parec'ia una aventura fascinante y estuvieron saboreando los milagros que les esperaban.

Cap'itulo 3

El domingo en la finca de la familia de la Fuente estaban esperando a los hu'espedes. Do~na Maria Isabel daba indicaciones a la cocinera respecto a los platos que ten'ia que preparar. Se supon'ia que el hermano de Elena no llegar'ia solo, sino que llevar'ia consigo a un amigo para present'arselo a su hermana.

Marisol se puso un vestido azul claro que le sentaba muy bien a su esbelta figura, y que matizaba su piel blanca y suave. El vestuario de Elena era de color beige claro. La chica era m'as fuerte y gruesa que Marisol, pero ten'ia una figura muy elegante y los contornos de su cimbre~no cuerpo hac'ian suspirar a muchos caballeros j'ovenes.

Marisol se encontraba muy agitada, pues era la primera vez en su vida que ten'ia por delante una cita con un muchacho que le hab'ia prestado atenci'on, y pensaba que quiz'a a ella le cayera bien al volverlo a ver.

Los visitantes llegaron justo a la hora de la comida. Enrique en efecto trajo consigo a un amigo, se llamaba Ram'on del Castillo y era hijo de uno de los terratenientes m'as ricos del pa'is. El muchacho era alto y flaco, de pelo denso de color negro y de facciones agudas. Los dos muchachos ten'ian veinte a~nos. Enrique y su amigo vinieron sin armadura de caballero, vestidos con chupas elegantes.

Al tenerlo cerca Marisol pudo observar mejor al hermano de Elena. Era bastante atractivo, ten'ia la cara morena, cubierta por el bronceado del sur y el muchacho era muy esbelto, de muy buena estatura, igual que su hermana.

Los j'ovenes caballeros saludaron muy amablemente a Do~na Maria Isabel y le hicieron regalos, dulces de Levante, preparados por los mejores pasteleros de C'ordoba.

Enrique present'o a los due~nos de la finca a su amigo, abraz'o a su hermana, despu'es hizo una reverencia a Marisol; la chica le contest'o de la misma manera, baj'o la mirada, y desde aquel momento el muchacho ya no apartaba la vista de ella.

El amigo de Enrique era un charlat'an muy alegre, que bromeaba sin parar dando cumplidos a las damas. Elena apenas le prest'o atenci'on, pero por educaci'on demostraba su amabilidad hacia 'el, seg'un lo requer'ian las reglas de etiqueta.

La mesa para la comida fue hecha en el patio. Sirvieron cerdo al horno, platos de jud'ias pintas, exquisitas empanadas que la cocinera de la finca sab'ia preparar como nadie, as'i que todos disfrutaron de su guiso. Hab'ia tambi'en frutas tra'idas de las colonias, vino y dulces.

Do~na Mar'ia Isabel se puso a preguntar a los muchachos sobre su servicio militar, y estos con mucho gusto le relataron varias historias divertidas de su vida.

Al terminar la comida, la abuela continu'o charlando con Ram'on y Elena, y mientras Enrique se acerc'o hacia Marisol, se alejaron de los dem'as al fondo del patio y se sentaron en un banco bajo el granado.

– Usted es muy guapa, Marisol, – dijo Enrique, cogiendo la mano de la chica y besando sus dedos. – Usted me cae bien, noto que es algo diferente y me parece especial.

Marisol advirti'o que la abuela de vez en cuando, les echaba una mirada y apart'o su mano de sus dedos.

– 

?Me permite usted visitarla a veces?

– la pregunt'o el muchacho.

– Est'a bien, me alegrar'e de verle, y creo que mi abuela tambi'en.

– ?Tiene usted novio? – le pregunt'o Enrique de s'ubito.

Entonces Marisol se qued'o confundida, y le explic'o que Elena y ella acababan de salir del monasterio donde hab'ian estado encerradas durante unos a~nos estudiando diferentes asignaturas, que acababan de llegar a la finca, y que a'un no tuvieron tiempo para conocer a alguien m'as.

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