En las alas del sue?o
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Marisol y Jose Mar'ia se acercaron a otra mesa. Enrique, al fin, prest'o entonces atenci'on a la chica y la salud'o con un movimiento de la cabeza. Luego mir'o con asombr'o al hombre que la acompa~naba.
Marisol se anim'o. En aquel momento se dio cuenta de que le gustar'ia provocarle celos al muchacho. Se inclin'o hacia Jos'e Mar'ia, fingiendo que estaba prendida y encantada en una charla con 'el y que a Enrique no le importar'ia nada
– !Qu'e hermoso baile! – le dijo a su caballero con voz alta y bastante hipocres'ia, abanic'andose.
– Me alegro de que le guste, se~norita, – le contest'o Jose Mar'ia, y gracias por pedirme este favor de acompa~narla. – Y de s'ubito le pregunt'o:
– ?Se casar'a usted conmigo?
Marisol se qued'o pasmada. Un silencio rein'o alrededor de ellos. La chica not'o que Enrique y su amiga, cesaron de hablar y se pusieron a mirarlos. Otros presentes tambi'en volvieron la vista hacia donde estaban situados.
Hab'ia que responder algo.
La chica entonces se dio un aire de coqueta y le contest'o con viveza:
– Quiz'as !si usted se porta bien!
Marisol vio a la amiga de Enrique sonre'ir, y este se qued'o hecho un lio por un rato, pero luego volvi'o en s'i continuando su charla con Laura como si nada. Al cabo de un rato salieron, dirigi'endose a la sala de baile.
Mientras tanto, Jose Mar'ia parec'ia contento.
– Har'e todo lo posible para conquistar su confianza, – le dijo a la chica con reverencia.
Pero este hombre ya no le importaba m'as, as'i que Marisol de pronto, perdi'o todo su inter'es hacia 'el. Era obvio que su argucia no hab'ia resultado, pero, por otra parte ?qu'e otra cosa hab'ia podido esperar? ?intentaba acaso vengar a su novio antiguo?, por unos momentos crey'o que crear'ia algo de inter'es hacia ella, mas sin embargo parec'ia que este se quedaba indiferente.
La chica se apresur'o entonces a volver a la sala de baile, olvid'andose de su caballero, este la persigui'o, pero a Marisol en aquel momento s'olo le daban ganas de liberarse de este hombre. Por suerte alguien le llam'o, tuvo que dejarla, y la chica suspir'o con alivio. Volvi'o junto a su madre y hermana. En la sala el aire le era ya muy pesado, as'i que por eso y por todo lo sucedido, Marisol se crisp'o.
Do~na Encarnaci'on mir'o a su hija con asombro. Entre tanto, empez'o otro baile y dos jovenes de un grupo de caballeros que se encontraban cerca, invitaron a las dos hermanas a bailar. Marisol se alegr'o por que as'i pod'ia distraerse un poco.
Al terminar el baile, el caballero de Marisol le hizo una reverencia y se apart'o. La chica le dijo entonces a su madre que se ahogaba y que quer'ia salir a la calle.
– ?No quieres que Jose Mar'ia te acompa~ne? – le pregut'o su madre.
Las chicas salieron, y ya en la calle les alcanz'o Roberto.
– Hermana m'ia, que te pasa ?est'as bi'en? – la pregunto a Marisol, muy alarmado.
Not'o que no mostraba ning'un gesto, ninguna expresi'on.
–
Quiero volver a casa, – dijo la muchacha con voz cansada – no me siento bien. Qu'e Mariano me lleve, luego le mandar'e a por ustedes.
– ?Est'as segura que as'i ser'a mejor, hermana? – le pregunt'o Roberto otra vez.
E hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, dirigi'endose al coche.
Roberto e Isabel la siguieron pues hasta que subiera al asiento.
– Cuando volvamos ya hablaremos de todo, – le dijo Roberto, cerrando la puerta del coche detr'as de ella – no me gusta nada tu estado de 'animo.
Marisol les despidi'o con la mano y el coche se puso en marcha.
Al llegar no se acordaba como volvi'o a casa.
El portero la mir'o, sorprendido.
– ?Usted est'a bien, se~norita? – le pregunto con preocupaci'on en la voz.
– No te preocupes, Hugo, no pasa nada – le contest'o – me sent'i sofocada en el baile, tengo ganas de acostarme en mi habitaci'on, por favor !no me molesten!
El portero inclin'o su cabeza con cortes'ia.
Marisol prosigui'o hasta su habitaci'on, se quit'o su aborrecido vestido de cors'e, visti'endose con la suave bata de casa, se ech'o a la cama y se puso a sollozar. Luego se qued'o profundamente dormida.
Cap`itulo 9
Por la noche despert'o a la chica Do~na Encarnaci'on.
– ?Qu'e te pasa, mi ni~na? – le pregunt'o, alarmada, pas'andole la mano por la cabeza. En sus ojos grises Marisol ley'o una gran preocupaci'on.
– ?Qu'e hora es? – pregunt'o la chica, mirando a todos lados – no recuerdo como me dorm'i.
– Ya es de noche, est'a oscuro. No pudimos retirarnos del baile m'as temprano, habr'ia sido indecoroso, – le contest'o Do~na Encarnaci'on – tuve que explicar que te ten'ias dolor de la cabeza por no soportar el bochorno.
– Gracias, mam'a.
– ?Sigues sufriendo por aquel dichoso Enrique? – volvi'o a preguntarle Do~na Encarnaci'on.
– No lo s'e, mama. Intentaba quit'armelo de la cabeza, ya que comprendo que no vale nada, no es un hombre decente, pero cuando le v'i con esta … – se qued'o callada por un rato, – me puse mal. Adem'as apareci'o este dichoso Jose Mar'ia. No lo soporto, me parece muy antip'atico, y no s'e porqu'e le invit'e a acompa~narme a la sala de entremeses, por culpa de eso ahora va a perseguirme.
Do~na Encarnaci'on abraz'o a su hija.
– !Pobrecita ni~na m'ia! Si, es verdad, nuestro pariente lejano es una persona muy desagradable. Tiene algo siniestro adentro. Es mejor que est'es apartada de 'el. Intentar'e a arreglarlo todo.
Las dos salieron de la habitaci'on de Marisol, dirigi'endose al sal'on, all'i les estaba esperando Roberto, sentado en el sof'a.
– Marisol ?c'omo est'as? – le pregunt'o a su hermana levant'andose de su asiento – Todos est'abamos muy preocupados por ti ?qu'e te pasa, qui'en te hizo da~no, hermanita?